Rafael Lozano-Hemmer y la autopoiesis

Revisando el trabajo de Rafael Lozano-Hemmer, mientras preparo una clase me encontré con el registro de una obra que nunca había visto, Autopoesis. Debo decir que realmente quedé sorprendido por la simpleza de la obra y la complejidad conceptual que la atraviesa.

A primera vista la obra es un espejo en la pared, pero cuando el espectador se ve a si mismo en el espejo, ve la palabra «Autopoiesis» proyectada en su frente.

imagen de la página de Lozano-Hemmer
Imagen de la obra tomada de la página de Lozano-Hemmer

La simple descripción que el «autor» ofrece de este trabajo dice «El concepto de la auto-creación descrito por los biólogos chilenos Maturana y Varela es la inspiración para todo el arte que depende de una participación para existir»

«The concept of self-creation described by Chilean biologists Maturana and Varela is an inspiration for all art that depends on participation to exist.»

En una revisión de las teorías de Maturana y Varela me encontré que la autopoiesis es la condición de existencia de los seres vivos en la continua producción de sí mismos. Es decir que los seres vivos son sistemas auto-contenidos (aunque no aislados), autónomos y que se crean a si mismos como sistemas en su continua producción de si mismos.  De esta compleja explicación lo que mas nos interesa es la visión de Lozano-Hemmer de la obra de arte (una obra que se puede llamar interactiva) como un organismo, que inclusive se puede llegar a pensar como vivo.  Un sistema en desequilibrio, que solamente puede ser compensado por la existencia de un otro, un ser, unos ojos, que no solamente lo completan simbólicamente, sino que activan todos los procesos para encender la obra.  El doble paralelo que establece entre obra, vida y sistema, involucrando elementos electrónicos, la figura del espectador y una teoría proveniente de la biología presenta al espectador una experiencia simple y única al involucrarlo en la creación misma.

De igual manera, la proyección láser en la frente de la persona, me hace pensar en las palabras de Hemmer, presentando su exposición «Recorders» cuando habla  sobre  la tecnología que nos forma y existe como una segunda naturaleza de la persona, nos moldea y nos construye, como individuos y como sociedad. Lozano-Hemmer plantea que no podemos separarnos de la tecnología, que somos parte de ese sistema, que la globalización a transformado a nuestro mundo en uno de estos sistemas que se auto-sostiene simplemente siendo y que no podemos evitar que esto suceda sin destruir este sistema (organismo).

Autopoiesis es una obra que realmente sólo existe si hay alguien mirándola, una obra que se activa por reconocimiento facial es, a final de cuentas, una obra que de verdad nos mira.

Pueden ver el registro de la obra en el sitio web del artista:

http://www.lozano-hemmer.com/autopoesis.php

Random XY

Normalmente no me gusta discutir en mis blogs sobre trabajos que no me han gustado, pero creo que en este caso debo hacer una excepción  ya que de este trabajo podemos aprender mucho. Para los que no han ido a verlo, se encuentra en el Espacio de Proyectos El Parqueadero, ubicado en el Museo del Banco de la República, en Bogotá.  Los autores definen el trabajo como

«Una instalación multimedia interactiva que procura generar vida artificial través de medios digitales y técnicas computaciones. En ella, distintos sensores proveen de daros que funcionan como un sistema perceptivo; estos datos alimentan un ecosistema digital conformado por diferentes tipos de especias visuales y sonoras. La especias son productos de un desarrollo informática que simula comportamientos de organismos biológicos -celulares y genéticos.»

Lastimosamente debo decir, que nada de esto es completamente apreciable en la exposición. A primer impacto, la instalación de los sensores y las proyecciones llama mucho la atención a cualquier tipo de público, la apropiación del espacio por todos los elementos produce en el espectador una sensación de estarse enfrentando a un ser gigante, un monstruo de tecnología que puede devorarlo y que ya ha comenzado a devorar el espacio expositivo. En mi opinión lo mejor del trabajo es la parte instalativa y la adecuada relación con el espacio y la adecuación del mismo,  se aprecia una instalación bien lograda.

El problema general sucede cuando el espectador trata de relacionarse con la obra, algo apenas natural ya que en los textos que acompañan la obra se le describe como interactiva, pero aparentemente, nada sucede cuando interactuamos con la obra. No se produce ningún cambio en la imagen o el sonido cuando los espectadores se acercan a los sensores, ni cuando el espectador se aleja, en ningún momento. Un primer análisis nos permite plantear dos posibilidades: El sistema se desarrolla tan lentamente a partir del ambiente que resulta imperceptible para el espectador, o la obra completa es un fake (un engaño). Asumiendo que no es un fake, aunque no tengamos pruebas para confirmar esta tesis, el hecho de que la reacción del sistema a la presencia de los usuarios sea tan imperceptible simplemente nos obliga a problematizar el papel del espectador como constructor-ejecutor de la obra que se llama a si misma interactiva.

Trabajos como el de Golan Levin, quien crea estos gigantescos ojos en los techos de los museos, con el único propósito de que sigan el movimiento de los transeúntes que se acercan a la institución son un claro ejemplo de interactividad, tal vez los más claros que podamos encontrar. De una manera muy simple un museo que mira al espectador, que lo sigue y que lo entiende, una interactividad directa, rápida y efectiva (inclusive podría decirse que efectista), una interactividad clara, que no presenta sospechas, que no requiere de conocimientos en ciencia, biología o programación para entender. El caso absolutamente contrario es una obra que ofrece dicha interactividad, en la que los procesos se encuentran ocultos por el tiempo o por una complejidad extrema en los algoritmos que programan la vida digital. Este es el verdadero problema de Random XY, una interactividad que no se da al espectador, por el contrario que muy posiblemente sólo recibe.  A mi parecer, las artes electrónicas son doblemente crípticas para el espectador convencional, para el desprevenido que entra a la galería y que no tiene conocimiento de tecnología ni de arte. Palabras como «instalación», «vida artificial», «genética» y «sensores», son comúnmente usadas como tecnicismos para hacer mas fácil la vida de quienes trabajamos en este terreno, pero que en la vida cotidiana presentan diversos significados, en la mayoría de las ocasiones completamente diferentes. Aunque la relación entre el espectador y la obra no tiene porque ser prístina, puede darse a múltiples interpretaciones e inclusive puede pretender descubriese nueva para cada uno, la obra que se presenta a si misma como interactiva debería en un principio ser clara con el espectador ya que el se está prestando para servir de imput de la misma. Sin un espectador la obra interactiva no existe, no se activa, es como si nunca se hubiese creado, es simplemente un texto que no se ha completado.

Varias preguntas surgen al presenciar este trabajo, todas ellas sobre la naturaleza de los nuevos medios y del arte electrónico. ¿Debe presentarse abierto al público?  ¿Es suficiente una correcta instalación para justificar su presentación, o es necesario involucrar problemáticas mas terrenas para vincularla con un potencial espectador? ¿Qué hacer con este lenguaje técnico que parece sólo interesar a quienes trabajan con tecnología? Considero que cada día el público sabe más de tecnología y los artistas de nuevos medios nos las arreglamos para apartarlos mas de nuestros trabajos, de nuestras ideas y de nuestras obras.