Algunos artistas virtuales se levantan en las mañanas y toman café, otros se levantan en la noche y toman leche. Algunos artistas virtuales creen que la creación es un proceso colectivo que se hace con los ojos y las manos del otro, de un espectador-creador potencial; otros creen que la creación es un proceso automatizable y sistemático que requiere poca o nula intervención humana. A veces, cuando se cruzan en la calle, se preguntan entre ellos por la naturaleza de lo virtual y descubren que, en medio de sus dos posiciones, hay un terreno común donde discutir y crear. Además de tomar café y leche, de pensar los procesos de creación como un asunto mediado por un tipo especializado de máquina y de discutir sobre la naturaleza de lo virtual:
¿Qué define al artista virtual?
No hay programas académicos de arte virtual, no es parte de nuestra educación básica de colegio, ni de los currículos de las escuelas de dibujo y pintura, no hay manuales disponibles en las librerías, no hay una categoría “virtual” en los salones nacionales o en el Luis Caballero. Las universidades hablan de arte digital, de nuevos medios, de nuevas tecnologías e inclusive de arte electrónico, mas nunca hablan de arte virtual. La crítica y los hipsters hablan del arte virtual como un asunto del pasado, como “una cosa de principios de siglo”, esa lejana época cuando estábamos aprendiendo a vivir con Internet y las tecnologías digitales se hacían cada vez más presentes en nuestras vidas. Algo de razón encuentro en sus palabras, pues han pasado varios años desde la última vez que escuché sobre una exposición de arte virtual, por supuesto, también han pasado varios años desde la última vez que escuché hablar de una exposición de escultura y esto no quiere decir que los escultores hayan desaparecido. Si no es la existencia de un grupo definido de personas, no es la academia, ni el estado, si no es la crítica ni los hipsters:
¿Qué define al artista virtual?
El artista virtual trabaja con realidades electrónicas y digitales, que son por naturaleza modulares y automatizables, con las cuales pretende afectar estéticamente el mundo “real”. En su campo de trabajo el artista virtual se encuentra con un sinnúmero de competidores, todos usando medios electrónicos y digitales, aprovechando su condición de automatizables y modulares, para generar imágenes, para afectar de manera estética el mundo real. El artista virtual perdió su campo, lo vio invadido por hordas de artistas que hoy en día usan estos medios para hacer arte, millones de creadores seducidos por la posibilidad de presionar un botón para que algo suceda, de encontrar una plataforma que le brinde una estructura a sus procesos de creación, de experimentar sin costo económico alguno (más allá de la devaluada mano de obra artística). Sin embargo, el artista virtual no dejó de existir, no migró para otro medio ni cambió su forma de pensar. Se encuentra por ahí, mezclado en las multitudes de creadores visuales que caminan por nuestras calles diariamente, construyendo sus propios espacios para exponer, para difundir sus ideas y para transmitir sus conocimientos. Pasa inadvertido para el ojo no entrenado, tiende a camuflarse entre los millones de usuarios de PhotoShop, Flash y Maya, sus producciones se confunden con el inmenso mar de fotografías, animaciones, sitios web, blogs, twitters, y cuanta plataforma, medio o formato existe para facilitar la fabricación de nuevas imágenes. Por esta razón, si alguien me pregunta:
¿Qué define al artista virtual?
Yo podría decir que, además de usar objetos electrónicos y digitales, modulares y automatizables, para afectar estéticamente el mundo real, un artista virtual problematiza la naturaleza política de los medios virtuales y se cuestiona, todo el tiempo, a si mismo en su papel de creador inmerso en estas nuevas tecnologías. La duda constante por las entidades que controlan estos medios, el cuestionamiento de categorías como “usuario”, “producto” o “licencia” es lo que define al artista virtual. Interrogar a los medios, que construyen lo que hoy en día llamamos virtual, sobre los niveles de autonomía que los actuales programas de computador ofrecen a los creadores es, a mi juicio, el asunto central de las artes virtuales. Los artistas virtuales no usan paquetes de software “out of the box”, están buscando maneras de hacer sus propias herramientas o de subvertir las existentes; los artistas virtuales desarrollan sus propios canales de distribución, no están buscando galerías de arte, plataformas en-linea o programas gubernamentales de difusión; los artistas virtuales desafían cotidianamente la figura del autor pues reconocen que en los nuevos medios la creación colectiva es natural, están todo el tiempo buscando generar colectivos, comunidades, redes y grupos; los artistas virtuales no retienen el conocimiento, pues comprenden que este debe ser libre para facilitar el mejoramiento de las sociedades, están todo el tiempo generando redes de aprendizaje de acceso abierto y gratuitas.
Como ya supone usted, la persona para quien va dirigido este texto, los artistas virtuales no existen, son una mera quimera nacida en nuestra mente tras una invasión repentina de medios y formas de comunicarnos, una intoxicación tecnológica que nos deja como parte de la resaca criaturas míticas comunitarias que habitan virtualmente el mundo del arte. Usted, que es quien sabe las posibilidades ocultas tras los empaques bonitos y las interfaces táctiles, que puede ver más allá del diseño, del slogan, del programa; usted, espero yo, será el primer artista virtual, el primero de muchos…
Daniel Monje. Cuernavaca, Febrero 9 de 2013.